La exclusión del catalanismo de la doctrina constitucional

Jordi Barbeta.

El pacto PSOE-PP para renovar cuatro magistrados del Tribunal Constitucional confirma la involución política que significó la sentencia contra el Estatut y demuestra que el Partido Socialista comparte con el PP ya sin ningún disimulo la voluntad política de consumar la marcha atrás del pacto constitucional de 1978. El espíritu de las aportaciones que hizo el catalanismo político a la Constitución española quedó definitivamente neutralizado y, por si acaso, los dos grandes partidos españoles se aseguran de que no acceda al tribunal ningún magistrado que pudiera recordarlo.

El Gobierno y el PSOE se comprometieron solemnemente con el president Montilla a renovar el TC antes de la sentencia del Estatut e incluso amagaron con forzar la modificación de la ley orgánica si el PP se empecinaba en impedirla. Lo suyo fue puro teatro. Gobierno y PSOE no sólo no movieron un dedo, sino que apresuraron al tribunal para que fallara sobre el Estatut antes de que las iniciativas catalanas en el Senado les pusieran en evidencia.

El tribunal sentenció el Estatut y entonces sí que todo eran prisas para renovar el tribunal y cambiar la correlación interna antes de la sentencia sobre la ley del aborto.

Zapatero, contra sí mismo

Jordi Barbeta.

José Luis Rodríguez Zapatero, líder del socialismo español y militante del sindicato UGT, se enfrenta hoy a sí mismo. Sectores políticos y sociales que facilitaron sus dos investiduras como presidente del Gobierno de España han decretado hoy huelga general en protesta por el giro emprendido por el Ejecutivo en la política económica. La protesta convocada por los sindicatos supone en el terreno político un test de resistencia del proyecto político socialista al cambio de rumbo.

Efectivamente, se ha abierto una brecha en la mayoría social que condujo a Zapatero a las puertas de la Moncloa. Hoy protestará en la calle y en los centros de trabajo la gente que le apoyó y se desentenderán del conflicto los partidarios de que Mariano Rajoy se convierta en presidente del Gobierno. Es como si se hubiera roto un espejo cuya recomposición va a resultar muy difícil. Los líderes sindicales advierten al presidente del Gobierno que si no rectifica su plan de reformas devendrá su “suicidio político”. O sea, que le retirarán su apoyo y perderá el poder. Pero las organizaciones empresariales, editoriales de los medios de comunicación y las autoridades financieras señalan que hacer ahora marcha atrás supondría “una catástrofe” que hundiría el país y se llevaría al Gobierno por delante. Utilizando la terminología sindical, el ex ministro de Economía con Felipe González Carlos Solchaga advirtió ayer que “un cambio del Gobierno en la línea que ha seguido en este terreno significaría algo muy parecido a un suicidio político”.

Vivir del negocio

Jordi Barbeta.

Todo el mundo cree que José Luis Rodríguez Zapatero no es un gato, pero lo cierto es que tiene cualidades que sólo se reconocen a los felinos. Esta semana ha vuelto a salvar el pellejo por enésima vez, políticamente hablando se entiende, con el pacto establecido con el Partido Nacionalista Vasco, que le permitirá sacar adelante las cuentas del Estado para el año que viene y, más importante, le evita tener que dimitir y convocar elecciones anticipadas, que es lo que se le venía encima si el dueto fantástico Urkullu-Erkoreka no le hubiera sacado las castañas del fuego. Pero además de comprobar que el presidente del Gobierno y líder del socialismo español tiene siete vidas o más, el acuerdo con el PNV sirve para extraer varias conclusiones clarificadoras sobre el funcionamiento de la política española, empezando por la evidencia y el tópico de que todo es una farsa enorme de la que viven unos cuantos.

Llevaban los gobiernos de Madrid y de Vitoria veinte años negociando el traspaso de las políticas activas de empleo. Llegan los socialistas a Ajuria Enea y desbloquean el asunto. En cuanto Zapatero ha necesitado los votos del PNV, no ha tenido inconveniente en hacer marcha atrás. Reabre la negociación con el PNV y con cien millones más resuelve los presupuestos. Conclusiones: la negociación era un cuento y no hay más criterio que el interés político del momento. Bueno, y que seis diputados nacionalistas aquí y ahora pesan más que nueve socialistas.

Montilla no es Fernando VII

Jordi Barbeta.

La voracidad del PSOE con los presidentes autonómicos de su propia cuerda política está resultando tan sanguinaria que para encontrar referencias hay que remontarse a la mitología griega o a los estudios antropológicos sobre el canibalismo de las tribus indígenas que encontró Cristóbal Colón en La Española. En cuanto un presidente autonómico adquiere entidad propia, se lo comen vivo, se llame Maragall o se llame Montilla. Esta saña jacobina viene de lejos. Está inscrita en el genoma ideológico del PSOE y Zapatero la aplica tan a rajatabla que al paso que va quien empezó como Bambi va a terminar como Hannibal Lecter, el simpático gourmet de El silencio de los corderos.

El PSOE nunca ha creído en la autonomía, pero tuvo que apuntarse al invento al inicio de la transición porque necesitaba el aval del catalanismo en Catalunya y porque necesitaba una bandera ganadora en Andalucía para enfrentarse a la UCD de Adolfo Suárez, que le derrotó dos veces seguidas.

El PSOE desarma al PSC

Jordi Barbeta.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, recibirá hoy en la Moncloa al presidente de la Generalitat, José Montilla, en un momento de grave inflexión política para Catalunya en general y para los socialistas catalanes en particular. La precaria unidad catalanista propiciada el viernes por el president Montilla con el pronunciamiento sobre el Estatut naufragó ayer en el Congreso de los Diputados, torpedeada por orden expresa del presidente del Gobierno.

El grupo socialista se negó en redondo a asumir la resolución unitaria catalana que constaba básicamente del preámbulo del Estatut, que el Tribunal Constitucional ha validado precisamente por considerar que “no tiene eficacia jurídica”. Y la decisión del grupo socialista provocó una paradoja sin precedentes que sin duda tendrá consecuencias políticas. No cautivos, pero sí desarmados, los diputados del PSC se vieron obligados a votar reiteradamente contra las iniciativas y las declaraciones del presidente de la Generalitat, que es también el primer secretario del PSC. No es la primera vez que los socialistas catalanes votan distinto en Madrid que en Barcelona, pero nunca se habían encontrado en la tesitura de tener que elegir entre dos lealtades máximas. Está claro que si los diputados socialistas catalanes no votaron ayer distinto del PSOE no lo harán nunca. Habría sido, por supuesto, una actitud testimonial sin mayor trascendencia, puesto que la votación se habría perdido igual, pero todo indica que la dirección del partido socialista tiene las ideas muy claras sobre la prioridad disciplinaria y la cohesión del grupo parlamentario. Aquí se acaban 30 años de debate sobre la voz diferenciada del socialismo catalán y la reivindicación del grupo parlamentario propio.

Zapatero se refugia en Catalunya

Jordi Barbeta.

Si el PP no apoya las reformas económicas del Gobierno, es porque el PP quiere poner palos en las ruedas para que España no salga de la crisis. Y los centenares de miles de catalanes que se manifestaron el sábado en Barcelona, incluidos los socialistas, están muy equivocados porque la sentencia contra el Estatut es muy buena para ellos. Esto es lo que vino a decir ayer el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el denominado debate sobre el estado de la nación –única e indivisible– y después se quedó tan ancho.

El Estatut de Catalunya, que tantos quebraderos de cabeza le ha acarreado a Zapatero, lo utilizó ayer el presidente del Gobierno en su beneficio para sortear la confrontación con Mariano Rajoy sobre la cambiante política económica de su Gobierno. Nada más empezar su intervención inicial se refirió a la sentencia del Estatut con ganas de provocar al PP, aunque esta vez Rajoy no mordió el anzuelo y evitó entrar al trapo. Pero el problema catalán se convirtió en el asunto principal del debate.

Era el de ayer un debate que Zapatero afrontaba en las peores condiciones y probablemente por ello no intentó ganarlo en ningún momento. Su misión era quitárselo de encima y aunque su rival, Mariano Rajoy, le dio hasta en el carnet de identidad, acabó visiblemente magullado pero políticamente entero. Vivito y coleando.

Zapatero a Montilla: Vuelva usted mañana

Jordi Barbeta.

Ha tardado siete minutos el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en hacer referencia a la sentencia del Estatut en su discurso sobre el estado de la nación (única e indivisible) y después de jurar que “naturalmente la acato, la cumplo y la haré cumplir” (¿Que querrá decir con que la hará cumplir, enviará a la Benemérita?) ha hecho una lectura de la sentencia opuesta radicalmente a la realizada por los partidos catalanistas y los propios socialistas catalanes: “La sentencia supone un respaldo al proceso general de renovación estatutaria y responde lealmente a la aspiración de mayores cotas de autogobierno que sé que la sociedad catalana siente profundamente como muestra de su propia identidad”.

Zapatero sabe mejor que nadie lo que le conviene a Catalunya, por eso dice que va a ser “sensible” pero la fórmula elegida recuerda mucho el relato del periodista Mariano José de Larra, aquel titulado Vuelva usted mañana sobre las interminables vicisitudes de un francés intentando resolver asuntos burocráticos en Madrid.

Misterioso guirigay

Jordi Barbeta.

El guirigay que se ha montado con la manera de encabezar la manifestación del sábado resulta tan insólito y misterioso que hasta hace pensar mal. Para hallar al culpable de un crimen, los manuales de la policía aconsejan investigar primero a quien saca algún beneficio del suceso. ¿A quién le conviene la desmotivación que está causando el dilema pancarta/bandera? De los colectivos y partidos que han convocado a la manifestación, ¿todos están unánimemente de acuerdo con la protesta o existe alguno cuyos asociados y dirigentes tienen el corazón partido? ¿Cuál es? ¿Qué partido está siendo el más exigente con los preparativos y los detalles de la manifestación? La protesta se está organizando desde hace meses. ¿Qué organización política ha sido la última en adherirse y participar en los preparativos? ¿Qué partido de los que han apoyado el Estatut impide un pronunciamiento en bloque de los diputados que se definen catalanistas en el Congreso? Si la marcha tiene éxito y crece la reivindicación nacional, ¿qué partido saldrá más perjudicado? De los partidos adheridos a la manifestación, ¿cuál llorará menos si al final resulta un fracaso? Honi soit qui mal y pense. O sea, maldito el que piense mal.

El Movimiento ataca de nuevo

Jordi Barbeta.

Empiezan a significarse a derecha e izquierda – y con ardor guerrero-defensores de una gran coalición política del PP con el PSOE que, con la crisis económica como coartada, pretenden cambiar el rumbo constitucional de España. Todo apunta a que la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut de Catalunya, que paradójicamente vuelve a ser inminente, se convertirá en el acta fundacional de un nuevo movimiento nacional español de matriz castellana, excluyente, por supuesto, de cualquier otra realidad nacional interna.

El dirigente del PP Javier Arenas ha anunciado la intención de Mariano Rajoy de propiciar un gobierno de coalición PP-PSOE entre cuyas misiones históricas destaca “un análisis autocrítico del estado de las autonomías después de treinta años”. Yno es cierto que Rajoy le haya desautorizado. Simplemente Rajoy ha constatado que eso nunca será posible mientras José Luis Rodríguez Zapatero sea el líder interlocutor de los socialistas. Es obvio que la gran coalición PPPSOE es incompatible con Zapatero, porque el actual líder socialista ha hecho del conflicto izquierda/ derecha la identidad de su proyecto político. Recuérdese: el no a la guerra, la ley del aborto, las bodas gais y todo lo que pudiera empujar al monte a la derecha.

La izquierda tiene poder pero no contrapoder

Jordi Barbeta. 

La protesta que protagonizaron ayer los funcionarios ha sido sin duda la más justificada de las movilizaciones por motivos laborales que ha habido en España desde la muerte de Franco, pero ha resultado ser también la huelga más inútil. Todo el mundo sabe que ni siquiera Zapatero está en condiciones de dar marcha atrás con el recorte.

Es una paradoja que pone de manifiesto dos evidencias:

Primero: la huelga ha dejado de ser un instrumento válido de presión para la mayoría de los asalariados. Sólo sirve a los privilegiados empleados de los servicios públicos, léase el transporte, que suelen utilizar la huelga como chantaje político para mejorar sus envidiables e insolidarios convenios. Ayer se escaquearon, claro.