Reconforta un poco saber que tanta gente le quería y que unos a otros nos acompañamos en el dolor. Ha muerto José Antonio Labordeta, “el abuelo” le llamaron -yo no- desde bien joven. Por su sensatez, su cachaza y porque salió de las aulas para alentar a muchas más personas de las que podían sentarse en los pupitres de su escuela.
Desde una gran pena, realmente, hoy sé que mereció la pena vivir aquel Aragón de finales del franquismo y comienzos de la Transición, lleno de fuerza y esperanzas, en el que nuestra tierra volvía a ser un país y había que construir y estrenar tantas cosas en España. Labordeta fue un poderoso aglutinador de ese tiempo y esa idea. “Polvo, niebla, viento y sol, y donde hay agua una huerta, al norte los Pirineos, esta tierra es Aragón”. Su primer disco, su primer éxito. En el tiempo de los cantautores, surgía una voz propia. Para impulsar la lucha por la libertad, la justicia y tantas cosas perdidas o nunca conocidas, siempre presentidas y anheladas.
Fuera de pazguatos localismos, hay señas que imprimen carácter. Labordeta era un aragonés de manual: noble, luchador, sincero hasta poder resultar hiriente, tozudo, sin artificios ni recovecos, comprometido y coherente, realista, universal. Es hora de decir, por Labordeta, porque a ello dedicó entre otras cosas su vida, algo de lo que Aragón es, más allá de un desconocido territorio de gentes llanas.
Los nobles aragoneses se dirigían al Rey comenzando: “Nos que somos tanto como Vos y, juntos, más que Vos…” El reino de Aragón –de Aragón, sin otros apellidos que le ha ido poniendo la interpretación de la Historia- fue un precedente de Estado Federal: los territorios conservaban sus fueros y sus instituciones y se adoptaban acuerdos por consenso. Aragón siempre quiso retomar sus pasos en cada tiempo de libertad que se abría. Su escasa población, sin peso político por ello, aparcaba sus reivindicaciones hasta que no se cumplimentaran las de las ricas comunidades llamadas históricas.